Querido Richard:
Como sabes, acabamos de asistir al proceso de beatificación más rápido de la historia. El actual Papa Benedicto XVI concedió una licencia para no tener que esperar a que se cumplieran los 5 años requeridos para iniciar el proceso de beatificación de Juan Pablo II. ¿Tomó el Papa esta decisión movido por su especial relación con Karol Wojtyla? ¿Le influyó ver cómo los devotos reclamaban la santificación inmediata del difunto Papa ("santo subito")? Benedicto XVI argumentó que su decisión de iniciar el proceso tan rápido se debía, entre otras cosas, a que ya durante los funerales de Juan Pablo II se podía percibir el "olor de santidad". ¿Tú sabes a qué huelen los santos? ¿No sería que esperaron demasiado para dar sepultura al cuerpo?
En cualquier caso, parece ser que el proceso de beatificación ha cumplido con todos los requerimientos. El más importante de ellos consiste en la acreditación de un milagro realizado por el difunto. De los muchos milagros que se atribuyen a Juan Pablo II, se ha elegido para el proceso la sanación de la monja Marie Simon Pierre. Diagnosticada de Parkinson en el 2001, según señala el cardenal Amato, "ante la noticia del fallecimiento del Papa Karol Woityla, que sufrió la misma enfermedad, sor Marie y sus hermanas de la congregación comenzaron a invocar al difunto pontífice para pedir la curación". Ante el asombro de los médicos, la monja sanó de una enfermedad que a día de hoy no tiene cura.
Es posible que tu natural escepticismo ponga en duda este milagro. A mí más bien me sorprenden ciertas cosas. Me sorprende que las hermanas invocaran al difunto pontífice para pedir la curación. ¿Es normal que una religión que admite la existencia de un solo Dios permita que sus fieles recen a la Virgen, a los santos y hasta a los papas? Me dirás, y con razón, que los devotos piden a la Virgen y a los santos que intercedan por ellos ante Dios y les transmitan sus pedidos a Él. Pero, en este caso, ¿se debe atribuir la concesión del pedido a Dios o a los intermediarios? ¿Es Dios quien hace el milagro o se le debe atribuir a Juan Pablo II, el intermediario? Cuestiones teológicas solo aptas para iniciados, sin duda.
Permíteme que te exponga una segunda sorpresa: ¿cómo es posible que un Papa que ha realizado sanaciones después de muerto se manifestase en vida tan reacio a aceptar el uso del preservativo como medio de prevenir una enfermedad tan devastadora como el SIDA? Juan Pablo II apoyaba su postura en consideraciones morales: "Es moralmente ilícito propugnar una prevención del SIDA basada en medios y recursos que violan el sentido auténtico de la sexualidad, y que son un mero paliativo para un malestar profundo, en el que está en juego la responsabilidad de los individuos y de la sociedad".
El hecho consumado es que Juan Pablo II ya es beato, y que la misa en la que Benedicto XVI proclamó su beatitud fue todo un espectáculo seguido por un millón de fieles. A partir de este momento las reliquias del beato cobran un valor especial. Llaman la atención los dos relicarios con sangre de Juan Pablo II no coagulada. Por lo visto, la sangre le fue extraída días antes de morir ante la posibilidad de que hubiera que practicarle una autotransfusión. Pero la reliquia más llamativa puede que sea la camiseta ensangrentada que conservan las monjas del convento Hijas de la Caridad, en Roma. Era la que llevaba puesta el día que sufrió el atentado obra de Ali Agca. ¿No te parece una forma de fetichismo un tanto morbosa?
Como sabes, acabamos de asistir al proceso de beatificación más rápido de la historia. El actual Papa Benedicto XVI concedió una licencia para no tener que esperar a que se cumplieran los 5 años requeridos para iniciar el proceso de beatificación de Juan Pablo II. ¿Tomó el Papa esta decisión movido por su especial relación con Karol Wojtyla? ¿Le influyó ver cómo los devotos reclamaban la santificación inmediata del difunto Papa ("santo subito")? Benedicto XVI argumentó que su decisión de iniciar el proceso tan rápido se debía, entre otras cosas, a que ya durante los funerales de Juan Pablo II se podía percibir el "olor de santidad". ¿Tú sabes a qué huelen los santos? ¿No sería que esperaron demasiado para dar sepultura al cuerpo?
En cualquier caso, parece ser que el proceso de beatificación ha cumplido con todos los requerimientos. El más importante de ellos consiste en la acreditación de un milagro realizado por el difunto. De los muchos milagros que se atribuyen a Juan Pablo II, se ha elegido para el proceso la sanación de la monja Marie Simon Pierre. Diagnosticada de Parkinson en el 2001, según señala el cardenal Amato, "ante la noticia del fallecimiento del Papa Karol Woityla, que sufrió la misma enfermedad, sor Marie y sus hermanas de la congregación comenzaron a invocar al difunto pontífice para pedir la curación". Ante el asombro de los médicos, la monja sanó de una enfermedad que a día de hoy no tiene cura.
Es posible que tu natural escepticismo ponga en duda este milagro. A mí más bien me sorprenden ciertas cosas. Me sorprende que las hermanas invocaran al difunto pontífice para pedir la curación. ¿Es normal que una religión que admite la existencia de un solo Dios permita que sus fieles recen a la Virgen, a los santos y hasta a los papas? Me dirás, y con razón, que los devotos piden a la Virgen y a los santos que intercedan por ellos ante Dios y les transmitan sus pedidos a Él. Pero, en este caso, ¿se debe atribuir la concesión del pedido a Dios o a los intermediarios? ¿Es Dios quien hace el milagro o se le debe atribuir a Juan Pablo II, el intermediario? Cuestiones teológicas solo aptas para iniciados, sin duda.
Permíteme que te exponga una segunda sorpresa: ¿cómo es posible que un Papa que ha realizado sanaciones después de muerto se manifestase en vida tan reacio a aceptar el uso del preservativo como medio de prevenir una enfermedad tan devastadora como el SIDA? Juan Pablo II apoyaba su postura en consideraciones morales: "Es moralmente ilícito propugnar una prevención del SIDA basada en medios y recursos que violan el sentido auténtico de la sexualidad, y que son un mero paliativo para un malestar profundo, en el que está en juego la responsabilidad de los individuos y de la sociedad".
El hecho consumado es que Juan Pablo II ya es beato, y que la misa en la que Benedicto XVI proclamó su beatitud fue todo un espectáculo seguido por un millón de fieles. A partir de este momento las reliquias del beato cobran un valor especial. Llaman la atención los dos relicarios con sangre de Juan Pablo II no coagulada. Por lo visto, la sangre le fue extraída días antes de morir ante la posibilidad de que hubiera que practicarle una autotransfusión. Pero la reliquia más llamativa puede que sea la camiseta ensangrentada que conservan las monjas del convento Hijas de la Caridad, en Roma. Era la que llevaba puesta el día que sufrió el atentado obra de Ali Agca. ¿No te parece una forma de fetichismo un tanto morbosa?
Con la iglesia hemos topado, bendito Kunin. Si tuviéramos que enumerar sus contradicciones nos faltarían vida y blog.
ResponderEliminarRecuerdo aquel piñazo que se pegó Robert Kubica, que apenas se hizo nada, y el vaticano lo llegó a considerar como posible milagro de Juan Pablo II.
Curiosamente no han dicho nada del mucho más reciente accidente de este año, que le ha costado a Kubica su participación en el mundial 2011, parte de la sensibilidad de la mano derecha, y ya veremos si su carrera como piloto. ¿Será que había agotado el cupo de milagros de Juan Pablo II?